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miércoles, 4 de octubre de 2017

DC - Capítulo 2 - Caravana Mercante del Desierto



Capítulo 2: Caravana Mercante del Desierto

Recorrer el desierto en la oscuridad de la noche y llevando a un herido, no era una tarea fácil. Pero aun así la joven y el anciano lograron llegar rápidamente hasta la entrada de su aldea mientras el joven desfallecido se apoyaba en ellos.

Ryou miro el panorama atentamente durante algunos segundos, él sabía que en este mismo lugar, hace muchísimo tiempo, había sido capturado y esclavizado. Este era el lugar donde estaba su villa hace cientos de miles de años. Pero las estructuras y las palmeras habían cambiado totalmente, haciendo imposible reconocer algo de esa época. Su antigua villa ya ni siquiera era tal, ahora era una simple aldea con 1500 de población que posiblemente había sido construida sobre los restos de su antigua villa.

Aunque sabía muchísimas más cosas de las que un niño de 13 años jamás podría saber, aún no había recuperado la totalidad de sus conocimientos adquiridos como Vigilante de los Cielos.

Estimaba que solo un pequeño porcentaje de sus recuerdos habían sido adquiridos de forma inmediata al renacer, y el resto posiblemente el tiempo y las experiencias que él viviera los harían despertar progresivamente. Por esta razón había muchas cosas triviales que no sabía, sobre todo cosas simples sucedidas en una pequeña aldea olvidada en el medio del Gran Desierto Oscuro.

“¡Realmente has hecho preocupar a este viejo esta vez!” Comentó su abuelo, mientras le ayudaba a recostarse en una cama hecha de paja dentro de la pequeña y humilde choza donde la familia vivía.

Era una estructura totalmente frágil hecha con barro y paja que parecía poder caerse abajo en cualquier momento.

“Siempre estoy diciéndote que no intentes mover grandes rocas en busca de insectos ya que es peligroso, debido a que las serpientes del desierto suelen esconderse bajo estas, en busca de sombra y humedad durante las tardes…”

“Abuelo Sun, no puedes culpar al hermano por eso, nuestra aldea es sumamente pobre y las raciones que tenemos apenas alcanzan para comer… Los insectos no serán muy sabrosos pero al menos suman algo al final del día”

Replicó la niña de nombre Xiao mientras cocinaba una sopa de vegetales que luego fue entregada en un rústico y agrietado tazón de barro a Ryou.

“Tómala antes de que se enfríe, te ayudará a recuperarte”

Ryou movió sus dedos intentando acostumbrarse a su nuevo cuerpo, era una sensación extraña que no podía describirse fácilmente. Recogió el tazón y bebió lentamente.

El gusto era amargo y nada agradable pero no se atrevió a quejarse ya que supo de inmediato que posiblemente habían usado gran parte de las raciones que tenían para preparar esta humilde sopa. Eran pobres al extremo.

Su supuesta hermana era muy hermosa, parecía tener unos 16 años, con curvas bien formadas, cabello negro hasta la cintura y ojos color miel. Se podía notar a simple vista lo feliz que estaba de ver sano y salvo a su querido hermano menor.

“Esa luz… ¿Qué cosa en este mundo era esa extraña luz?”

Murmuró el anciano Sun contemplativo mientras miraba hacia su nieto. Ryou negó con la cabeza en señal de no entender, mientras terminaba su sopa.

“Bien, no importa que haya sido estoy feliz de verte recuperar el apetito”

Siempre se decía que tener un buen apetito era sinónimo de bienestar y salud.

El abuelo Sun parecía tener más de 60 años, lo cual era mucho más que la media en ese desolado lugar, las condiciones eran duras y rara vez los hombres pasaban los 50 años de edad. Su calva cabeza, su barba blanca y su rostro lleno de arrugas lo hacían verse aún más viejo de lo que era.

“No olviden que mañana es un gran día para nosotros ya que la gran caravana de comerciantes pasará por nuestra villa temprano y podremos cambiar las hierbas espirituales que juntamos durante este último mes por comida”

El anciano dejó esas palabras con una enorme sonrisa en su arrugado rostro justo antes de darse vuelta, para dirigirse a su propia cama de paja.

En la mañana siguiente la aldea estaba muy agitada, todos querían ser los primeros en negociar con los comerciantes de la tribu Roca Ardiente, las expectativas eran altas.

La aldea en la que vivían era solo una de muchas pequeñas aldeas subsidiarias alrededor de la villa principal de la tribu Roca Ardiente. A pesar de que solo estaban a dos días de camino de la Villa Principal, no era nada fácil para una persona normal llegar a través del despiadado desierto.

Además las personas que vivían en la aldea eran en su mayoría ancianos y niños pequeños.

Los fuertes serían reclutados por la Villa Principal para servir como guerreros, lo cual hacía que el comercio con las caravanas del desierto sea la principal fuente de sustento para muchas familias en la aldea.

En las pequeñas aldeas del Gran Desierto Oscuro había un viejo dicho que todos conocían y decía: “Ser perezoso el día que la caravana llega es lo mismo que cortejar a la muerte”. Esto no era solo una frase vacía, ya que la caravana sólo pasaría una vez al mes por cada aldea, y esta era su principal fuente de alimentos.

Cuando Ryou despertó pudo ver brevemente a su hermana salir por la puerta de paja junto a una bolsa llena de hierbas en su hombro. El anciano Sun ya no estaba en la choza, había ido a participar del espectáculo junto al resto de la aldea.

Se levantó y comprobó su cuerpo durante algunos minutos, parece que finalmente se había adaptado al mismo. Viendo que todo estaba en orden, decidió seguir a su hermana en la distancia.

“Estas condiciones son realmente muy duras” Pensó él, mientras observaba el estado de la aldea, ahora con plena luz solar pudo ver bien el deplorable estado de las estructuras en la que los habitantes vivían, la mayoría eran chozas de paja y barro. Y algunas pocas en el centro eran de paja y madera podrida que parecía tener cientos de años.

La antigua villa donde vivía en su primera vida era muy superior a esta pequeña aldea olvidada.

Unos niños de alrededor de 10 años corrían en la distancia con sus flacuchos cuerpos desnutridos y sus harapos rotos, mientras cargaban en sus manos unas pequeñas rocas que Ryou reconoció enseguida. Eran Sienitas del Desierto, un tipo de roca bastante común usada para fabricar las puntas de flechas que usaban los cazadores.

“Rápido o no llegaremos a tiempo”

Gritó un niño con la cara sucia haciendo señas a los otros para que lo sigan. Parecían estar muy emocionados. Otro niño que intentaba ponerse al día con el primero exclamó:

“¡Me pregunto cuántos pedazos de carne podremos conseguir por estas rocas!”

“No sueñes demasiado, son solo rocas. Si supiéramos cómo tallarlas en forma de puntas sería muy distinto, pero ese no es el caso así que tendremos que conformarnos con solo uno o dos pedazos”

Contestó el niño con cara sucia mientras se acercaba hacia la enorme caravana de mercaderes.

Un cartel tallado en madera estaba clavado en la arena con los precios de los objetos a intercambiar.

La mayor parte de la gente buscaba conseguir carne, arroz y lo más pobres deberían conformarse con una bolsa de trigo.

Un hombre robusto de tez oscura, miró las piedras que traían los niños y gruñó:

“No tengo tiempo para ustedes mocosos, estas rocas ni siquiera están talladas y ¿Buscan obtener comida igual? ¡Largo de aquí!”

Con cara de decepción absoluta los niños retrocedieron. Un hombre de nariz chata, los empujó al pasar y tomó su lugar. Mientras se frotaba las manos nerviosamente y sacaba una gran bolsa llena de hierbas, dijo con la voz más humilde que pudo forzar:

“Estimado señor mercader le traje todas estas hierbas espirituales de excelente calidad, estoy seguro que serán de su agrado”

El mercante de tez oscura echó un vistazo a las hierbas.

“No está mal la cantidad, pero siguen siendo todas de clase baja y algunas están comenzando a marchitarse. Puedo darte una bolsa de arroz y una de trigo por esto”

El aldeano de nariz chata no pudo evitar mostrar su decepción, había entregado tantas hierbas pero ¡Ni siquiera le darían un pedazo de carne!

De todas formas aunque fuese mil veces más valiente de lo que era, no se atrevería a discutir el precio con este mercante. Simplemente acepto el trueque y se marchó entre la multitud.

Ryou no pudo evitar notar que los estándares de venta que indicaba el cartel no se cumplían en la realidad. Estos mercantes seguramente usaban ese viejo cartel tallado en madera hace años pero los precios reales que pagaban por las cosas eran muy inferiores, sobre todo en una pequeña aldea con gente desesperada que no sabía leer, y que aceptaría cualquier trato por más injusto que parezca mientras les den algo de comida a cambio.

Él sabía que su nueva familia no la estaba pasando bien económicamente y seguramente recibirán el mismo trato que el aldeano de nariz chata. Tomando en cuenta la amabilidad que le mostraron la noche anterior, tomó la decisión de intentar ayudarlos a salir de la pobreza lo antes posible.




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Traduccion de novelas ligeras, web al español.

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